domingo, 14 de febrero de 2010

10 de Febrero de 1943: Batalla de Krasny Bor

En los arrabales del Leningrado asediado, sobre la carretera a Moscú, está la población de Krasny Bor que el 10 de febrero de 1943 dio nombre a la más feroz y sangrienta batalla en la que combatió la División Azul, la 250ª en la orgánica alemana. Estaba compuesta por voluntarios españoles alistados para luchar contra el comunismo soviético en lo que muchos entendían entonces como la “devolución de la visita” que hicieron a España los comunistas enrolados en las Brigadas Internacionales que vinieron a combatir en España durante la Guerra Civil. Otros miles de europeos -franceses, italianos, belgas, etc.- hicieron lo mismo en otras unidades incorporadas al despliegue alemán.

En aquel invierno ruso las temperaturas diurnas apenas subían de 12 bajo cero y las nocturnas llegaban hasta los 20, 30 o más, bajo cero.

La División tenía asignado un frente de 34 kilómetros; hacía poco que se había incorporado un nuevo batallón de relevo para cubrir sus bajas. Había muchos indicios que anunciaban un inminente y potente ataque ruso. El sector oriental del frente español, mandado por el Coronel Sagrado, estaba defendido por los batallones I y II del regimiento 262, el Batallón de Reserva Móvil -”la Tía Bernarda”- y otras unidades -artilleros, zapadores, reconocimiento, etc.-, dando un total de unos 4.200 hombres; contra ellos se dirigiría todo el peso del esfuerzo principal soviético.


El volcán

A las 06.45 la masa artillera soviética -que ha sido cifrada entre 600 y 800 piezas- abrió fuego simultáneamente sobre las primeras líneas españolas. Tras hora y media de bombardeo, algo después de las 08.00, alargaron los tiros. A continuación, grandes masas de rusos -las divisiones 63ª y 72ª reforzadas con carros de combate- avanzaron confiados porque las posiciones españolas estaban literalmente pulverizadas. Efectivamente, las compañías españolas habían sufrido una media del 50 % de bajas. A pesar de ello, una vez repuestos de la conmoción, sanos y heridos, con las armas aprovechables, defendieron sus posiciones.

A cada batallón español se le venía encima más de una división rusa. Lo que siguió fue una sucesión interminable de ataques y contraataques llenos de prodigios de valor y heroísmo. La compañía del Capitán Oroquieta quedó aniquilada; la del Capitán Palacios, casi; la del Capitán Andújar, diezmada, y la del Capitán Huidobro se defendió numantinamente animada por sus voces de “¡Esto no es nada, chicos. ¡No pasarán! ¡Somos españoles!”. El Capitán Losada llegó a pedir a la artillería propia “Fuego sobre mi posición”. “La Tía Bernarda” quedó con 13 hombres, 5 de ellos heridos. Las posiciones quedaron rodeadas, aisladas y machacadas, pero seguían frenando el avance soviético. Los rusos se equivocaron al querer reducirlos, lo que les hizo perder impulso y muchas bajas.

La batalla estaba consumiendo las unidades españolas. El general reforzó el frente y llegó a pedir voluntarios al Batallón de Regreso que, 20 kilómetros atrás, estaba a punto de salir para España tras haber acabado su tiempo de servicio. Todos sus oficiales y 100 sargentos y tropa decidieron, en tan dramáticas circunstancias, ir a ayudar a sus compañeros en la batalla.

El día acabó y la batalla también, pero los refuerzos alemanes llegaron tarde. El frente apenas había retrocedido unos 3 kilómetros. El ataque soviético no había conseguido romper el cerco alemán sobre Leningrado.

Sólo en este día los españoles sufrieron 2.252 bajas (1.125 muertos, 91 desaparecidos y 1.036 heridos). Además, unos 300 españoles, casi todos heridos, cayeron prisioneros. Los soviéticos perdieron 10.000 hombres.

Conocidos posteriormente los detalles de las heroicas actuaciones individuales, se concedieron 2 ‘laureadas’ y 11 Medallas Militares.


Opiniones sobre la batalla

Los estadounidenses Kleinfeld y Tambs han dejado escrito: “Los generales del Ejército Rojo estaban muy sorprendidos de que alguien hubiera quedado vivo tras la tremenda preparación artillera y se resistían a aceptar las enormes pérdidas que les causaron los islotes y las artillerías alemana y española”.

Mucho antes había dicho el General Muñoz Grandes: “Duro es el invierno, duros son los rusos, pero más duros somos nosotros”.

Y Hitler dijo: “Los españoles no han cedido nunca una pulgada de terreno. No tengo idea de seres más impávidos; apenas se protegen; desafían la muerte. Sé que los nuestros están siempre contentos de tener a los españoles como vecinos del sector. Son extraordinariamente valientes, duros para las privaciones, pero ferozmente indisciplinados”.

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